Por décadas, la República Dominicana (RD) ha sido objeto de una presión sistemática por parte de organismos internacionales, el Departamento de Estado de los Estados Unidos, ciertas ONGs y una élite mediática local.
Que en lugar de defender los intereses nacionales, se ha dedicado a deslegitimar la soberanía dominicana en materia migratoria.
Bajo la bandera de los “derechos humanos” y la “solidaridad”, han pretendido imponer a nuestro país una carga que no le corresponde, exigiendo la apertura de fronteras y la acogida incondicional de una población haitiana víctima, sí, pero no de la República Dominicana, sino de sus propias élites irresponsables.
Por primera vez, el discurso cambia. Estados Unidos (EE.UU) bajo la Administración de Donald Trump, ha reconocido lo que la República Dominicana ha denunciado por años.
El verdadero problema haitiano, no radica en la política migratoria dominicana, ni en la supuesta discriminación contra los haitianos, sino en las élites de Haití.
Recientemente el Secretario de Estado de Estados Unidos, Marco Rubio, en su reciente visita al país, puso el foco sobre un lado muy bien disimulado.
“La solución a la crisis de Haití, recae en manos del propio pueblo haitiano y sus elites”.
Una casta poderosa, intocable, que abandonó su propio país, acumulando riquezas mientras la población se ha hundido en la miseria.
Son ellos quienes han mantenido al Estado haitiano como un cascarón vacío, sin instituciones ni gobernabilidad, sumido en el caos de bandas criminales que ahora aterrorizan incluso a los propios empresarios que antes se beneficiaban de su impunidad.
Resulta irónico que aquellos constituidos en ONGs, junto a algunos lideres de opinión del país que durante años han señalado con el dedo a la República Dominicana, ahora guarden silencio ante esta declaración de Washington.
Ahora no saben cómo justificar lo evidente; que la miseria de Haití es responsabilidad exclusiva de los haitianos que han manejado el poder a su antojo y han convertido a su nación en un Estado fallido.
Las preguntas que debemos hacernos: ¿Quiénes financiaban estos ataques contra la República Dominicana? ¿A quién le convenía instalar la idea de que la solución de Haití debía pasar por una mayor carga para nuestro país?
La respuesta es clara; las mismas élites haitianas que ahora son señaladas.
Aquellos que, mientras sus compatriotas mueren de hambre y huyen desesperados, viven en mansiones en Miami o París, con cuentas bancarias infladas, gracias en gran medida a los fondos de cooperación internacional.
El reconocimiento por parte de EE.UU de que el problema de Haití, no es culpa de RD, es un giro importante. Sin embargo, esto no basta.
El Estado dominicano debe mantenerse firme en su política de control migratorio, cerrando filas contra la injerencia de ONGs y pseudoanalistas que actúan como portavoces de quienes han destruido a Haití.
Y por supuesto rogar a Dios, para que una parte de nuestras élites económicas, no sigan permitiendo “la haitinización” de su visión y misión empresarial.