Orlando Martínez: 50 años después

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Por Adolfo Pérez De León, ingeniero industrial y dirigente nacional del PRM.

Hace cincuenta años, el 17 de marzo de 1975, fue asesinado Orlando Martínez Howley, un periodista valiente cuya voz desafió la brutalidad de la dictadura de los 12 años de Joaquín Balaguer. Su crimen fue el de ejercer el periodismo con integridad, denunciar las injusticias, hablar con claridad sobre la corrupción, la represión y los abusos de un régimen que sofocaba cualquier disidencia con balas y terror.

Orlando Martínez no cayó en el olvido. Su muerte marcó a generaciones de dominicanos, convirtiéndose en un símbolo de resistencia frente a la opresión. Su legado sigue vivo porque la democracia no es un estado permanente, sino una conquista diaria. Hoy, medio siglo después, es imprescindible recordar su historia no solo como un acto de homenaje, sino como una advertencia ante los peligros que acechan cuando el autoritarismo intenta resurgir.

El asesinato de Orlando Martínez no fue un hecho aislado. Fue parte de un esquema de persecución sistemática contra periodistas, sindicalistas, líderes estudiantiles y opositores políticos. Los 12 años de Balaguer (1966-1978) se construyeron sobre un aparato de terror, con ejecuciones extrajudiciales, desapariciones forzadas y censura. Desde el poder, Balaguer gobernó esa época con el respaldo de los remanentes del trujillismo, militares despiadados y una estructura represiva que eliminaba cualquier atisbo de resistencia. Las calles se convirtieron en escenarios de ejecuciones sumarias. La tortura y el exilio forzado fueron prácticas habituales. Quienes alzaban la voz eran silenciados.

Orlando Martínez, con su pluma afilada y su compromiso con la verdad, se convirtió en un blanco inevitable. Como director de la revista Ahora y columnista de El Nacional, escribía con un lenguaje directo, sin rodeos, sin temor. Lo mataron, pero su palabra nunca fue silenciada.

Medio siglo después, la República Dominicana ha cambiado profundamente. La represión sistemática de los 12 años de Balaguer es parte del pasado. El país ha consolidado un sistema democrático con instituciones más fuertes, un Estado de Derecho que permite el disenso y una prensa que, aunque con desafíos, goza de libertades impensables en aquella época. Hoy no existen escuadrones de la muerte ni censura de Estado, y el periodismo crítico no es castigado con ejecuciones sumarias. Pero eso no significa que la democracia sea invulnerable. El asesinato de Orlando Martínez nos recuerda que la intolerancia política, el abuso de poder y la tentación autoritaria nunca desaparecen del todo.

Los peligros para la democracia de hoy no son los mismos que los de 1975, pero siguen siendo reales. La censura ha evolucionado. Ya no es solo la amenaza de un Estado represivo con armas, sino la manipulación de la información, los “Fake News”, la deslegitimación de la prensa y la construcción de narrativas que normalizan la intolerancia. En América Latina, hemos visto cómo líderes con discursos populistas—de izquierda y de derecha—han utilizado la democracia para llegar al poder y, una vez dentro, socavarla desde sus entrañas. La criminalización de la protesta, el espionaje contra periodistas y el uso del miedo como herramienta política son señales preocupantes de un modelo que, si no se detiene, puede erosionar las libertades.

Recordar a Orlando Martínez es una obligación histórica. Su asesinato no fue solo un crimen contra un hombre, sino un ataque contra la libertad de expresión y la democracia. Hoy, su imagen nos interpela: ¿cómo respondemos ante los intentos de silenciar el pensamiento crítico? ¿Cómo protegemos los avances democráticos?

Orlando Martínez murió acribillado en plena calle, pero su legado sigue de pie. No solo en el monumento erigido en su honor, ni en las páginas que aún citan sus escritos, sino en la conciencia de quienes entienden que el periodismo y la verdad son trincheras contra la injusticia.

 

Afortunadamente hoy contamos con un liderazgo maduro, sereno y responsable como el del presidente Luís Abinader. Un liderazgo que ha demostrado en los hechos que el país avanza hacia un sistema de garantías ciudadanas y en un estado de derecho cada día más sólido y robusto. Con estas bases, la República Dominicana es un referente en materia de libertades públicas en América Latina. Sin embargo, no podemos dormirnos en los laureles contando que con futuros mandatarios siempre será igual.

 

Cincuenta años después, la historia de Orlando nos obliga a estar vigilantes. A no dar por sentadas las libertades que hoy disfrutamos. A denunciar cuando el poder intenta controlar la verdad. A levantar la voz cuando se ataca la democracia.

 

Orlando Martínez nos enseñó que la dignidad no tiene precio y que, incluso en la muerte, la verdad prevalece. Su asesinato es un recordatorio de lo que ocurre cuando el poder deja de rendir cuentas y cuando el miedo intenta imponerse sobre la justicia. El mejor homenaje que podemos rendirle no es solo recordar su nombre, sino defender con convicción la democracia, la libertad y la justicia. No importan las páginas en blanco, su impronta es escritura con tinta indeleble en el corazón de nuestra patria.

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