Reflexiones atrevidas #115: La Paciencia Perdida: El punto de quiebre del ciudadano dominicano

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Por: José Francisco Peña Guaba

Casi todos los dominicanos, desde una perspectiva observacional, sentimos un “agotamiento colectivo”. Es por la confluencia de situaciones en el orden de seguridad, económico, social y de política e institucional, que afecta hoy a la amplia mayoría de nuestra población.

Esa sensación de hastío generalizado mantiene al ciudadano en un estado mental y anímico que presenta un cuadro de malestar psicosocial colectivo, que afecta sensiblemente el comportamiento de los habitantes de esta media isla.

Cuando una sociedad llega a ese extremo de cansancio, se hace impostergable que el gobierno y sus instituciones, con el consenso de la sociedad civil, auspicien una serie de medidas que:

* Prioricen la salud mental de la ciudadanía.

* Promuevan el diálogo y la participación popular.

* Promueva una educación basada en valores.

* Implementen políticas sociales inclusivas.

* Fomenten la transparencia y la confianza.

* Fortalezcan las medidas de seguridad pública y de justicia.

* Confirmen la voluntad política unitaria, que garantice la participación en la toma de decisiones de todos los actores fundamentales de la nación.

La crisis es total, es esa especie de tormenta perfecta que, por el descontento popular, se está formando, a causa de una serie de situaciones que vamos a identificar a continuación:

1- La económica: Aunque los índices macroeconómicos muestran un crecimiento y estabilidad, en la calle se siente todo muy diferente, por el alto costo de la vida, la inflación constante de alimentos, medicinas, transporte, viviendas, actividades recreativas y el difícil acceso a los servicios básicos (agua, electricidad, basura, etc.). Este estrés financiero en el que vivimos los dominicanos confirma la inmensa brecha existente entre las cifras oficiales y la economía doméstica.

2- La seguridad: Ese sentimiento de vulnerabilidad nacional, producto de la inseguridad y la toma de las calles por parte de las delincuencias barriales, da como resultado los permanentes robos, ajusticiamientos, los millares de puntos de drogas y violencia, producto de una irritabilidad manifiesta, que hace que la falta de seguridad pública sea una de las cosas que más está afectando la cotidianidad ciudadana.

3- Los Servicios Básicos: Los recurrentes fallos de los servicios esenciales, como la falta de electricidad (una tanda diaria de apagones), el insuficiente suministro de agua potable, algo indispensable para la rutina diaria, más la interrupción constante en la recogida de la basura, son cosas tan fundamentales en un hogar que, cuando no funcionan, sencillamente dan la “sensación de que todo está mal”.

4- Lo político e institucional: La creciente desafección hacia la clase política, la desconfianza y el escepticismo hacia la mayoría de las instituciones, y especialmente hacia el Gobierno de turno, son sin duda alguna la principal causa del hastío nacional.

Los políticos tradicionales no defienden causas y el oficialismo gobierna para los ricos; a eso se suma que existe un convencimiento en la población de que nada ni nadie sirve. Todo esto es porque la gente está cansada y “todo le está pasando al mismo tiempo”.

Refuerza ese desasosiego general otros factores muy importantes a tomar en cuenta, como:

1- La presión migratoria: El país sabe que no puede cargar con todo el drama humano que tiene Haití, con una migración irrefrenable y desbocada de nacionales del vecino insular hacia nosotros, que demandan también servicios; esto ha creado un nacionalismo exacerbado, que afecta hoy la reconocida bonhomía de los dominicanos.

2- Percepción de “vacío” o la falta de referentes.

Hay que admitir que la falta de Bosch, Balaguer y especialmente de José Francisco Peña Gómez ha creado una desorientación muy profunda en la ciudadanía. Es tan difuso el pensamiento del dominicano que muchas veces no sabe distinguir el mal del bien, lo correcto y lo que de verdad tiene valor, de lo que no lo es.

Es esa falta de paradigmas lo que hace sentir un gran vacío nacional.

3- La desconexión generacional y la pérdida de confianza sobre el futuro:

La juventud está más preparada hoy; sin embargo, está desilusionada por la falta de oportunidades, de empleos, de protección estatal, lo que está permitiendo una gran fuga de talentos, simplemente porque, desanimada, piensa que todo seguirá siendo igual o peor y por ello no apuestan por quedarse en su tierra.

4- La fatiga cultural del esfuerzo: Un sentimiento de impotencia, descreimiento y depresión ha hecho presa a toda una sociedad, que ve que no puede romper las barreras de un sistema injusto, que no valora el esfuerzo, el trabajo, el estudio, la consistencia, pero que auspicia lo fácil, lo amoral y que justifica el éxito personal, sobre la base de obtener riqueza a cualquier precio y de cualquier manera.

Sin duda alguna, este Gobierno le ha echado más leña al fuego social, primero porque ha formado un gobierno con funcionarios blancos, acicalados y ricos, frente a una población que en un 93% es mestiza, mulata, negra y, además, es de clase media o pobre en su amplia mayoría; es que estamos viviendo en una especie de apartheid étnico y económico.

En estos últimos cinco años, todos los problemas ancestrales de la República Dominicana se han recrudecido desde la entrada al poder de los modernos. Eso está produciendo un odio social enorme, que si no se disminuye a tiempo, afectará tanto el estado mental y cognitivo de la población que no tenemos idea de todo lo que podría pasar en el país, porque aunque en las antípodas, lo sucedido hace apenas días en Nepal es la muestra de un país con una juventud reactiva que, producto de los tantos abusos, le dio rienda suelta a su agresividad e irritabilidad y salió a las calles de manera anárquica para mostrar su profundo disgusto con las autoridades oficiales, a las que hizo renunciar.

Le aconsejé al buen amigo el presidente Abinader que llame a un gran diálogo nacional para buscar, en consenso con todos los sectores políticos y sociales, las posibles alternativas o soluciones a los acuciantes y dramáticos problemas que nos atosigan; no debemos dar la oportunidad a que una ciudadanía estresada, desmotivada, apática, desconfiada y agotada, al darles tanto o más disgustos, la obliguemos, la conminemos a salir a las calles a reclamar mejores condiciones de vida, por lo que el Gobierno, la clase política y el empresariado tienen que entender “que el pueblo está harto y que todo es hasta un día”.

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