Por José Francisco Peña Guaba
Es necesario aclarar previamente que las encuestas son un retrato del momento, que en un mundo tan cambiante, no precisamente lo que vemos hoy tiene que ser así mañana, los electorados son pendulares, por lo que pueden cambiar su decisión por múltiples razones, tanto exógenas como endógenas, ¿y, por qué los ciudadanos del presente no hipotecan su apoyo ni su fidelidad a ningún liderazgo de forma permanente?
Los liderazgos como los de Balaguer, Bosch, y en especial el de mi padre, el doctor Peña Gómez, están en franca extinción, ya que éstos incidieron decisivamente en las masas hasta sus últimos hálitos de vida, eso hoy simplemente es casi imposible, todo porque los paradigmas o ejemplos a emular por los integrantes de la sociedad tienen mucho que ver con el concepto que prima preferiblemente, en los hábitos y criterios de nuestras ciudadanías digitales, la vida light o el imperio de lo trivial.
Los influyentes de hoy no son los líderes políticos, están más en otras actividades, en la música, en el deporte o en las adictivas redes sociales, sobre los políticos existe un cuestionamiento permanente y pervive en el imaginario popular la idea que los mismos no tienen una real vocación de servicio ni se identifican con las causas del pueblo, y que estos son los peores pillos de nuestra sociedad.
Es por ello que nadie puede cantar victoria a tan lejos certamen, como el de la cita electoral del año 2024, hasta hace apenas una década era previsible y hasta predecible lo que sucedería en una próxima elección, hoy es altamente riesgoso el asegurarlo, porque muchas cosas están influyendo en el ánimo inconsistente o variable del que decide: el soberano.
La razón que más peso tendrá hacia los venideros comicios, será el alto costo de la vida, ya que si se hace imparable la espiral inflacionaria, perderá el poder seguro los actuales inquilinos del Palacio Nacional, pero es preciso también tener en cuenta que si la crisis se ahonda demasiado, esto puede afectar también al liderazgo opositor tradicional, dándole paso a que un aventurero populista pueda sustituir el discurso prudente de los actuales actores del sistema de partidos, y entraríamos sin esperarlo al terreno fértil de la antipolítica y el de los fogosos antisistema que ofertarían al pueblo, borrar el status quo existente.
Aunque algunos lectores pensaran que entramos en el campo de la especulación, lo que estamos viendo en los procesos electorales realizados en nuestro continente nos confirma, que esa es una posibilidad a tomar en cuenta, pero sin embargo hoy las encuestas lo que están presentando es que habría un duelo electoral entre Luis Abinader y Leonel Fernández.
Los tradicionales desgaste en la popularidad de los gobiernos han sido después de los dos años de administración, al parecer al Gobierno del Cambio se le está produciendo antes, porque la megacrisis, que está gestionando con sus terribles secuelas, le está minando la estima popular al perremeísmo oficialista.
He visto varias encuestas, incluyendo la pagada por importantes grupos empresariales, y todas muestran un creciente y progresivo apoyo de la ciudadanía a la candidatura presidencial del líder de los pueblistas, el tres veces mandatario, Leonel Fernández.
¿Que está produciendo el meteórico respaldo popular a Leonel? es fácil de interpretar, puesto que una gran parte del electorado anda buscando unas manos experimentadas, un auténtico salvador, a quién entregarle la dirección del Estado a partir del 2024, no cabe la menor duda que el expresidente es visto por gran parte de la población, como el que más conocedor de manejo de crisis y de gestión eficiente de la cosa pública, es esa su principal y especial condición, la que ha disparado el apoyo en favor del doctor Fernández.
Por su parte nuestro itinerante presidente Abinader hace inauditos esfuerzos por mantener buenos niveles de aceptación ciudadana, solo que los altos precios de la canasta básica y de los combustibles, le juegan diariamente en contra y le está haciendo perder lenta, pero sostenidamente apoyo en el electorado nacional.
El promedio de las encuestas realizadas oscilan entre un 40 a un 43% de respaldo para Luis, y de un 30 a un 32% para Leonel, lo que hace deparar un posible escenario de segunda vuelta, pero que al parecer en la misma saldría gananciosa la oposición, porque el PLD quedaría como la tercera fuerza política, y que por ende no clasificaría en el balotaje, entonces no tendría otra opción en la segunda vuelta que apoyar mediante un acuerdo al expresidente Leonel Fernández.
Luis y el PRM solo tienen al parecer una sola carta, el tratar de ganar en primera vuelta, cosa está muy intrincada si la crisis económica permanece por un buen tiempo como creen que sucederá a criterio de connotados economistas.
Cómo bien expresamos en el artículo anterior, la inflación es la verdadera oposición, de que si la crisis es temporal y el presidente Abinader puede capear el temporal, se puede recuperar hacia los comicios del año 2024 y plantarle cara a la oposición con una refortalecida candidatura a la reelección, pero si la crisis persiste más allá del año 2023, no importa lo que hagan los del PRM, estos serán desalojados del poder en una sola gestión, lo que confirmaría la mala suerte, racha o karma que le persigue a los blancos.
Leonel está llamado a liderar una gran alianza opositora, donde participen una considerable cantidad de partidos y movimientos, sobre todo, porque deberá tratar de montar en esa patana triunfal al PLD, al PRD y al Partido Reformista.
Por su parte, Luis necesitará rápidamente reconectarse con la base del PRM, su partido, que se sienten relegados, porque no han sido tomados en cuenta en su propio gobierno, e igualmente tratar de fidelizar el voto de los cientos de miles de beneficiarios de los programas sociales del Estado, cosa que para lograrlo necesitará de un aumento sustancial de la asignación a los mismos, porque con los mil y picos que se les da ahora, solo les alcanza hoy apenas para mal comer dos días, y con esto no lo logrará.
Claro está, algo que favorece todavía a los que se posicionan temprano en las preferencias electorales, es que por la idiosincrasia tan oportunista del dominicano, la gente se comienza temprano a alinear con los que pueden ser posibles presidentes, la otra indudable ventaja es que a estos, a los que marcan las encuestas, es que los empresarios y los agudos inversionistas electorales le dan su respaldo financieramente.
La otra innegable ventaja de Luis y Leonel, es que tienen la capacidad de construir, a través de sus partidos u alianza que les apoya, el poder consolidar una sólida maquinaria electoral para gestionar, ubicar, transportar y cuidar el voto a su favor.
Parten como favoritos Luis y Leonel en esta carrera, que más que de velocidad es de resistencia, porque la megacrisis mundial existente no le depara nada bueno, sobre todo para los países pobres a escala planetaria; se puede decir de ambos, que es la apuesta a lo tradicional, a lo sensato, porque lo que menos le conviene al país es que aparezca un aventurero, que venga a poner el país patas arriba, con alocadas propuestas que lo único que lograran es producir una fragmentación y confrontación en el cuerpo social dominicano.
Los populistas le ofertan el cielo a los incautos electores, para que le voten y ponen en aprietos de ganar con su gestión, la economía y la estabilidad social de sus respectivos países cuando llegan al poder, por eso los caminos seguros son los que señalan a los auténticos agentes de cambio, pero dentro del sistema, nunca fuera de él.
El presidente Abinader tratará de convencer al pueblo de que el Cambio debe permanecer en el Gobierno; y Leonel por su parte deberá hacer lo propio, insistiendo en demostrar que en sus gobiernos se vivía mejor y que él dejo una pléyades de obras, de infraestructura y programas sociales de confín a confín de la República.
Es que dos visiones distintas de la administración estatal se enfrentarán, y todo parece indicar que cada uno de nosotros tomaremos partido en una u otra dirección, pidiendo al altísimo evitar la llegada de un irresponsable outsider, que venga a revolotear todo, cosa que haría que iniciemos aquí, cómo está en una buena parte del mundo; una nueva era, de la incertidumbre.