NUEVA YORK (AGENCIA EFE).-«Boca Chica», una película con sello dominicano que se estrenó este domingo en el festival de Tribeca, sigue los pasos de una niña de 12 años cuyos sueños están ensombrecidos por la lacra del turismo sexual, que se nutre de jóvenes desde la adolescencia en la República Dominicana.
El largometraje aborda la explotación de las menores desde la mirada de Desi, interpretada por Scarlet Camilo, que aspira a ser cantante pero va entendiendo, por lo que escucha en casa y lo que ve en la calle, que convertirse en mujer acarrea unas imposiciones y expectativas con las que no se siente cómoda.
La cineasta neoyorquina de origen dominicano Gabriella A. Moses y la productora dominicana Sterlyn Ramírez encabezan el equipo de latinas que ha dado forma a este filme, que reclama que a las jóvenes se las proteja y se les dé «un espacio para que sigan sus sueños», según expresó la directora a EFE.
Ramírez quería contar una historia en torno al turismo sexual en el Caribe que reflejara el «problema de las chicas jóvenes con hombres mayores y cómo la gente hace la vista gorda», un tema que Moses ya conocía por su colaboración con una ONG dominicana, Mariposa, dedicada a empoderar a las niñas a través de la educación.
En el entorno de Desi están otras niñas de su edad que parecen aceptar la creciente sexualización de sus cuerpos, algo que ella vive con resignación, y en el otro extremo, un grupo de raperos y raperas que, con sus letras y actitud, le abren los ojos al presente de su sociedad y a otras posibilidades de futuro.
También están su madre y su tía, que son las cabezas de una familia humilde sin figuras paternas, y los hijos varones de cada una: dos primos que han emigrado a Estados Unidos y que vuelven a Dominicana para una reunión familiar.
El filme gira en torno a la boda del primo de la niña, Elvis, con una estadounidense mayor que él y rica; el retorno de su hermano, Fran, que oculta que trabaja como repartidor en Nueva York, y los secretos que las mujeres guardan y que, en lugar de proteger a la familia, contribuyen silenciosamente a un ciclo de abuso.
En el Caribe y Latinoamérica, reconoció Moses, hay mucha «cultura del machismo», y cuando las mujeres no hablan de los abusos que han vivido «se termina por no proteger a las otras mujeres de la familia e incluso a los hombres jóvenes» que pertenecen a ella.
«Para nosotras, era importante hablar sobre sexualidad y explotación, pero también, aparte del turismo y de la gente que viene, (más bien sobre) cómo la familia y la gente más cercana te pueden dejar desprotegido. ¿Cómo se rompen esos ciclos?», abundó la directora, mezclando el inglés y el español.