Desde la arena política

Por Roberto Ángel Salcedo

Sobre la política, sus implicaciones, alcances, consecuencias y protagonistas es mucho lo que se ha esgrimido y escrito desde las primeras civilizaciones de la humanidad.

Partiendo de las concepciones en las civilizaciones occidentales, las ideas originarias vinculadas a la política y su organización se remontan a la Antigüedad clásica.

Figuras como la del historiador y geógrafo griego Heródoto, el filósofo y el seguidor de Sócrates, Platón, y el discípulo de este, Aristóteles, estructuraron los primeros conceptos sobre doctrinas, pensamiento y teoría política.

Con el devenir de los siglos, las evoluciones y reconversiones de las sociedades, la política ha sufrido transformaciones en su esencia conceptual.

Unos la definen como arte, otros como doctrina o práctica referente al gobierno de los Estados. Pero la vinculación y promoción de la participación ciudadana con capacidad para distribuir y ejecutar el poder, como este fuere necesario, y para procurar la convivencia pacífica y el bien colectivo en la sociedad, se adentran en las variaciones de su significado original y se ajustan más a la realidad de los tiempos modernos.

La política y las emociones

Los seres humanos accionamos a través de estímulos externos que recibimos y que denominamos como emociones. A su vez, las emociones se hacen más visibles y evidentes por la razón.

La razón ahonda en la generación de nuevas emociones, suplanta emociones de antaño, o construye una espiral sobre emociones antiguas. La política se nutre de la razón y las emociones para existir y desarrollarse.

El doctor en comunicación, el español Roni Aira, escribió en su libro “La política de las emociones”, sobre la fuerza de las emociones y los sentimientos en toda interacción política.

Cita ejemplos de la política contemporánea, como los tuits de Donald Trump durante su presidencia, cargados de odio, sesgo y polarización, así como lo ocurrido en el Reino Unido con el Brexit, el coronavirus, y el manejo de Boris Johnson en dichos procesos.

Estos ejemplos confirman que a pesar de la virtualidad y los actuales contextos movidos por la tecnología, las emociones siguen gobernando el debate público, con interacciones positivas, negativas, desproporcionadas y/o engañosas.

Política Dominicana

La política ha estado presente en la vida de los dominicanos desde antes de su fundación. La política motorizó el movimiento trinitario formalizado el 16 de julio de 1838, que sirvió de base orgánica, teórica e ideológica a la causa independentista de 1844.

Nuestra definición como Estado, la conformación institucional, y la separación de los poderes públicos, brindan sentido a nuestra esencia como nación y parten de los fundamentos políticos que fueron evolucionando desde las civilizaciones primeras.

Contextualizando y ajuntándonos a nuestro pasado reciente, desde la caída de la dictadura Trujillista, la República Dominicana ha recorrido distintos caminos en la construcción de un modelo político y democrático sostenible, más práctico y eficiente para la obtención de garantías institucionales.

Las estructuras políticas de tradición que se constituyeron después de la segunda mitad del siglo XX, mutaron en nuevas formaciones con similares planteamientos, esquemas y sentidos ideológicos, en algunos casos han variado sus actores más preponderantes y sus roles, en otros han ratificado los mismos modelos de actuación, como si fuese una especie de “sucursal” de la casa originaria, solo sustituyendo aspectos cosméticos, manteniendo el mismo fondo y el mismo propósito.

Mi encuentro con la política

Desde mis años de adolescencia la política ocupó un lugar especial en mi tiempo y en mis temarios. Aún desarrollándome, desde temprana edad, en un ambiente diametralmente opuesto a ella, y con una difusa comprensión sobre los procesos de la época, la curiosidad me hizo hurgar en un mundo desconocido, involucrarme en las discusiones familiares, identificar personajes, defender posturas, y terminar aún más de cerca cuando la oportunidad de participar en la política tocó por vez primera las puertas de la familia, a finales de los años 90.

Tantos años después, y habiendo vivido procesos políticos muy cercanos, he asumido la responsabilidad de adentrarme a la arena política, convencido de que los cambios sociales y las grandes transformaciones se aceleran a través de los espacios políticos.

El PRM

Con el presidente la República, Luis Abinader, líder del Partido Revolucionario Moderno, he desarrollado, desde la pasada campaña electoral, una relación política y afectiva motivada por mi nivel de identificación con su estilo de liderazgo; un liderazgo adaptado a la sociedad del sigo XXI; un liderazgo humano, cercano, hiperconectado, sustentado en la acción y en la presentación de resultados. Estos y otros tantos motivos me condujeron a la toma de una de las más importantes decisiones: hacer vida política partidaria y desarrollarla desde la plataforma del PRM.

La República Dominicana vive momentos de excepción, donde la sociedad debe jugar un rol más activo en el abordaje de los grandes temas nacionales. Los jóvenes, las mujeres, los gremios empresariales, los artistas, deportistas, los líderes sociales, comunitarios, las iglesias, la sociedad civil y los partidos políticos, deben integrarse en una dinámica de discusión que sienten bases de desarrollo y proyección para nuestro país en las próximas décadas. Yo he decidido participar desde la militancia política, desde la entidad que más coincide y se identifica con lo que creo de la política y sus alcances.

Aportar con mi trabajo y mi mejor esfuerzo a motorizar y acelerar las transformaciones que demandan los sectores productivos, la pujante clase media, así como nuestros paisanos más vulnerables, es un imperativo para mí.

La política, como bien lo demuestra la historia, es la más viable alternativa para contribuir con esos propósitos, siempre que se oriente hacia la construcción y se revista de las mejores intenciones. Ya lo expresó Winston Churchill, con la prodigiosa inteligencia que le caracterizó: “La política es casi tan emocionante como la guerra y no menos peligrosa. En la guerra podemos morir una vez; en política, muchas veces”.

“Yo he decidido participar desde la militancia política, desde la entidad que más coincide y se identifica con lo que creo de la política y sus alcances”

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