ESTADOS UNIDOS (NBAMANIACS.com).-Finales de conferencia tras 25 años, un estilo propio, aficionado confeso de los Knicks, contrato a largo plazo… Los datos más medidos hacían indicar que Tom Thibodeau no debía ir a ninguna parte. Tras cinco años dirigiendo a los neoyorquinos, la conclusión más inmediata es que había devuelto al equipo a la élite de la NBA. Sin embargo, nada es tan sencillo. Thibs no es un entrenador que invite a relajación de ningún tipo, ni siquiera hacia su persona, algo que se puede ver reflejado en la actitud de todos. Por supuesto en sus jugadores, con Jalen Brunson a la cabeza, pero también en los que mandan, quienes optaron finalmente por despedirle.
Certificado el fin de Thibodeau, lo que todos se empezaron a preguntar es el porqué. Ya hemos datos algunos apuntes a su favor que, sin duda, manejaban en el seno de la franquicia, pero esta no se queda ahí. Durante el año han visto demasiados altibajos, incluso salidas de tono como la de Mikal Bridges criticando públicamente el uso que Thibs hacía de sus jugadores. Todo ha ido sumando en un cocktail que en caso alguno deja fuera a Brunson. Como jugador franquicia ha jugado su papel en el adiós del técnico; eso sí, sin saberlo.
Nada más constatar a eliminación de los Knicks a manos de los Pacers, en caliente, Brunson se ponía ante los micrófonos. Las preguntas volaban y entre estas, como quien no quiere la cosa, le sacaban a colación la situación de Thibodeau y si era el entrenador idóneo para dar el siguiente paso. El base de los de la Gran Manzana no dudaba. «¿Esa pregunta es en serio? ¿Me lo estás preguntando ahora mismo? Me acabas de preguntar si creo que es el indicado… Claro que sí. Venga ya».
Ese apoyo era real. Thibodeau tiene esa cualidad, la de unir la tropa a su alrededor y hacerla pelear contra todos sea cuáles sean las circunstancias, pero claro, son soldados y ya se sabe: ‘donde hay capitán no manda marinero’.
Algo así han debido sentir en la plantilla de los Knicks, analizada al detalle según Ramona Shelburne de ESPN. Y no hablamos solo de estadísticas, porcentajes y demás, sino de sensaciones. En la ejecutiva neoyorquina se ha llegado a palpar que estaban tocando techo o que, al menos, el techo era este con Thibs al timón.
Jalen Brunson, abandonado
Vamos entrando en materia. Hablar del rendimiento de Jalen Brunson durante toda la temporada es hacerlo de un candidato legítimo al MVP; y decimos más, de un jugador que llegado el momento clave de la temporada, los playoffs, da noche sí y noche también su mejor versión. Entonces… ¿cuál es el problema? Pues la dependencia de Thibodeau con su estrella.
Según Ramona Shelburne, en los Knicks estaban con la mosca detrás de la oreja desde hace tiempo por cómo Thibs volcaba cada vez más le juego sobre el base. Tras la llegada de Karl-Anthony Towns esa tendencia pareció cambiar, ya que hasta el mes de febrero el pick-and-roll entre ellos era la segunda combinación más eficiente de la NBA, con un promedio de 1,22 puntos por jugada directa. Sin embargo, pasado tal menos el promedio cayó a 0,88 puntos.
Los equipos rivales, viendo el daño que les hacía tal mezcla, empezaron a colocar un alero sobre Brunson y a dejar liberado a Josh Hart, cuyo tiro no es para nada fiable. Con ello complicaron enormemente que el base encontrase a Towns. Pues bien, Thibodeau fue incapaz de encontrar una salida y todo terminó con Brunson asumiendo cada vez más lanzamientos al final de las posesiones. Sí, terminó ganando el premio al Jugador Clutch del Año, pero en la gerencia no gustó esa falta de respuesta por parte de su entrenador.
La sombra de Rose sobre Manhattan
Si bien el rendimiento de Brunson nunca ha despertado dudas, hablamos de un promedio de 29,4 puntos, 7 asistencias y 3,4 rebotes en playoffs, la excesiva carga sobre sus hombros generaba inquietud; y es el que el frío dato no miente: el uso de Brunson ha sido el más alto de su carrera con Thibodeau al mando.
Brunson ha respondido bien a la exigencia. Apenas se ha perdido partidos y estos han sido por dolencias leves, pero… ¿y si se termina rompiendo? Justo eso han valorado también en la planta noble del Madison Square Garden, donde por momentos ha aparecido el miedo a vivir un episodio como el de Derrick Rose en 2012, quien sufrió la rotura del ligamento cruzado anterior para decir adiós a lo que apuntaba a ser una carrera de leyenda.
Siempre se ha dicho que uno es esclavo de su pasado, y Thibodeau lo ha corroborado. Los Knicks quieren más. No saben si ganarán, pero están convencidos de que es posible dotar al equipo de más opciones con un sistema ofensivo más complejo y que, de paso, asegure que su jugador franquicia sigue en pie para dirigirlo. Brunson no lo sabía, pero ha sido actor principal en el despido de su jefe.
(Fotografía de Geoff Burke-Imagn Images)