Santo Domingo, RD.- El arzobispo coadjutor de Santo Domingo, Monseñor Carlos Tomás Morel Diplán, expresó preocupación por los niveles de corrupción en la administración pública y llamó a que los procesos judiciales se manejen con rigor para evitar impunidad, preservar la credibilidad institucional y proteger la reputación de las personas involucradas mientras se investigan los hechos.
El religioso afirmó que la corrupción constituye una de las situaciones más alarmantes que enfrenta el país, especialmente en una sociedad mayoritariamente bautizada y católica. Consideró que los actos ilícitos cometidos desde la función pública deben ser investigados con estricto apego al debido proceso. Esto para evitar que los casos se politicen o que las decisiones judiciales se perciban como instrumentos partidistas.
Morel Diplán señaló que, aunque reconoce avances recientes en materia de persecución, los procesos deben ejecutarse con precisión para garantizar justicia y fortalecer la confianza social. Insistió en que ningún funcionario debe asumir el cargo con la intención de aprovecharse de los recursos públicos. También advirtió que los escándalos de corrupción afectan no solo a las instituciones, sino también la dignidad de las familias de quienes cometen delitos.
El arzobispo alertó sobre el uso inadecuado del criterio de oportunidad, señalando que su aplicación en ciertos casos puede enviar un mensaje equivocado. Indicó que no se debe “premiar al que lo ha hecho mal”, ya que ello fomenta una cultura de impunidad en la que algunos podrían entender que pueden apropiarse de recursos públicos y luego devolver solo una parte para evitar consecuencias judiciales.
Dijo que esa práctica, combinada con negociaciones que reducen la responsabilidad penal, está generando una percepción dañina de que el crimen tiene beneficios. A su juicio, la justicia debe ser estricta para que los casos con impacto social significativo no terminen diluidos mediante delaciones premiadas.
Asimismo, advirtió que el deterioro institucional provocado por la corrupción puede desalentar a personas serias. También capacitadas de asumir responsabilidades públicas ante el riesgo de involucrarla en escándalos o de operar en entornos donde ya existen prácticas arraigadas.

