Reflexiones Atrevidas #118 ”La Nueva Oposición” Los Influencers sociales lideran la resistencia ciudadana en RD

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Por: José Francisco Peña Guaba

Lo que estamos viendo hoy en República Dominicana es un auténtico cambio de ciclo; así lo expresaba mi padre, el Dr. Peña Gómez, en sus alocuciones por Tribuna Democrática, que esos cambios en nuestro país históricamente se producían cada 30 años.

Sin duda alguna, la llegada del PLD al poder en el año 1996 reconfiguró el mapa político en esta media isla. El sector conservador cerraba su ciclo de hegemonía, donde el predominio electoral se dividía entre la izquierda y la derecha; ahora la competición sería entre las fuerzas progresistas, que, aunque con sus visiones ideológicas contrapuestas, se convirtieron en dueñas del mercado electoral, porque la fortaleza del PRD y el PLD desbancaron al PRSC en la ecuación del poder. Estos que eran los representantes precisamente de los mismos sectores que habían dirigido en ese entonces casi todos los gobiernos de la vida republicana.

La fuerza electoral del reformismo fue abducida en su casi totalidad por los morados. Era lógico que así fuera, porque el anillo palaciego del Dr. Joaquín Balaguer prefirió la pérdida de la supremacía política a tener que dar explicaciones ante la justicia o poner un pie en una cárcel; sus intereses personales se impusieron al interés colectivo de la dirigencia reformista.

Entraremos en el año 2026 en un nuevo proceso evolutivo, donde los liderazgos no los tendrán las organizaciones políticas, sino la disruptiva influencia social digital. Es que todo está cambiando aceleradamente; los medios tradicionales son un paciente en estado crítico y la narrativa de la sociedad de hoy la están imponiendo las redes sociales. Todo porque ya vivimos bajo el dominio de un nuevo régimen, el de la información, que tipificó el afamado filósofo surcoreano Byung-Chul Han como Infocracia.

En esta nueva sociedad son los ciudadanos digitales los recientes auditores sociales, los que exigen transparencia como regla para los que ejercen el poder y los que piden autenticidad como condición sine qua non para todos aquellos que deseen el voto y la validación de los electores.

Son los influencers, sobre todo los micros (que tienen menos de 100,000 seguidores), en sus redes sociales los que están marcando el accionar de la población, todo porque el pueblo los entiende mucho más comprometidos con sus demandas sociales que la proverbial y añejada dirigencia política. Al día de hoy, la capacidad de penetración e influencia que tiene el liderazgo digital supera por creces a toda la dirigencia partidaria de la nación.

Hace menos de un mes, el videoclip “Huelga” de Gerardo Gabriel Santana (el Poeta Callejero), en apenas 6 días, alcanzó un millón de visualizaciones en YouTube, algo impensable que pueda lograr ningún líder político en nuestro país. Con “El Apagón” de Natti Natasha se romperá récord de audiencia, por lo actual del tema, ya que la tanda de apagones tiene a toda la población desesperada.

El movimiento “nos vemos en el 28” de Santiago Matías (ALOFOKE) se espera que sume muchos simpatizantes a su causa, ya que en el mismo participarán los principales influencers de la República Dominicana.

Es que el pueblo busca conocer de verdad a quienes se dirigen a ellos, sus interlocutores, sus líderes; no le basta a la ciudadanía con conocer su historial por entrevistas o por lo que dice de ellos Wikipedia; necesita auscultar la sinceridad de sus ideas, su transparencia en todas las manifestaciones de la vida, pero más que nada, el pueblo les exige a su dirigencia política ser auténticos, que se presenten como verdaderamente son, no como ellos pretenden que la ciudadanía los conozca.

El pueblo no busca impolutos, sino gente creíble y que de verdad estén comprometidos con sus sentidas demandas. El accionar del político encartonado quedó atrás, porque las relaciones del nuevo elector dominicano no se identifican con aquellos que mantienen cesaristas relaciones verticales con su base de apoyo; más bien creen que la nueva política debe realizarse dentro de un concepto de horizontalidad en el trato con la gente.

Las voces diarias y críticas al gobierno nacen en las redes sociales, en el ciudadano que durmió sin electricidad, al que no le da el dinero disponible para comprar lo de las tres calientes o al que está abrumado por lo costoso de los medicamentos y entiende como inexistente lo que le devuelve el estado a los ciudadanos.

Las redes sociales le han dado visibilidad a la protesta ciudadana; cada nacional, teniendo como arma efectiva su teléfono móvil, lanza una andanada de reproches, en una especie de desahogo reprobatorio que, en tóxicos vituperios, la más de las veces merecidos, están dirigidos a los funcionarios públicos de turno.

El oficialismo no debe temer a la oposición político-partidaria; esa va a jugar casi siempre a la democracia, a competir y tratar de ganar unas elecciones. No conspirará para darle término a una gestión gubernativa antes de los comicios, sabedores de que a la oposición tampoco le conviene que aquí haya una revuelta nacional; tiene la prudencia de cuidar nuestra incipiente democracia, pero es precisamente esa prudencia la que, en un momento, también le pudiera pasar factura en la estima popular.

La clase política tradicional no quiere pisar callos, no quiere molestar sectores; está en su zona de confort, en la crítica mesurada y electoralista, y es por eso que no se siente la defensa a las principales causas del pueblo.

Es innegable que a los modernos les está colapsando el país, por lo que una ciudadanía angustiada no tiene capacidad de espera; sus problemas son de hoy y no esperan a mañana, mucho menos a unas elecciones que a distancia de tres años faltan para cambiar de cara. Urge, pues, al gobierno y a la partidocracia darle respuesta inmediata a sus calamidades; las básicas como la falta de agua, de comida, de medicinas, de electricidad, de empleos y de esperanzas, porque se está convirtiendo la ira en rabia y eso sí puede resultar en algo incontrolable.

Los francotiradores digitales tienen en asedio al funcionario público; cada día le exigen más transparencia y las indelicadezas, por pequeñas que sean, ya no son toleradas. Esta, la verdadera oposición, tiene un verdadero ejército de fieles e indignados ciudadanos que están dispuestos, si el gobierno no reacciona rápido y como es debido, a llevar a las calles su descontento y eso sí hay que evitarlo, porque sus consecuencias pudiesen resultar impredecibles.

Ahora lo que está claro es que aquí ya hay una real y válida oposición a la cual no se le puede callar, ni comprar, mucho menos presionar. Es con guantes de seda que el gobierno y la oposición tradicional deben manejar e interpretar sus profundos disgustos porque, con la fuerza telúrica de sus comentarios y acciones, están en capacidad de construir en días nuevos outsiders que, como mesías, pudiesen liderar a una población que no está para nada creyendo ya en los partidos políticos.

Aunque quien escribe respalda el sistema de partidos del país, no dejo de reconocer que el mismo está en sus horas bajas y que si los partidos políticos no representan y no defienden de verdad a los ciudadanos, alguien lo hará, porque como me expresó mi padre desde una cama de un hospital en Nueva York, donde estaba recluido en el año 1997, cito mi hijo: “en política no hay vacíos; alguien siempre viene a llenar el mismo”. Si los políticos y el gobierno no lo entienden, preparémonos, porque los influyentes sociales digitales nos sustituirán y el pueblo, como una tromba marina, ante cualquier coyuntura imprevista que se cree, los puede llevar en brazos al Palacio Nacional.

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