Reflexiones Atrevidas #119: “La desesperanza que duele” (Análisis del sentimiento de frustración que abate a los dominicanos)

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Por: José Francisco Peña Guaba

No voy a hacer en esta reflexión “leña del árbol caído”; demasiadas críticas tiene ya el presidente Abinader y su gobierno por la inacción de estos ante los gravísimos problemas que afectan hoy a la amplísima mayoría de los pobladores de esta media isla.

Me voy a enfocar en esta reflexión en analizar las diferencias entre el ayer y el hoy, porque en otros tiempos hemos tenido en el País graves crisis económica, social y de seguridad pública, más no habíamos visto un nivel tan alto de desesperanza y frustración que el que expresan los ciudadanos dominicanos de todas las capas sociales, aun aquellos que son reconocidos miembros del oficialista PRM.

Existen profundas diferencias en el ayer y el hoy, por cómo se siente el ambiente de desencanto general en nuestros nacionales, sobre todo ante las expectativas de mejoría que despertó la llegada del Cambio al Palacio Nacional, veamos, pues, las divergencias en el tiempo, en cuanto el sentimiento y accionar de los dominicanos:

Ayer:

1- Las expectativas eran modestas y limitadas: la gente no ansiaba grandes cosas, la lucha por sobrevivir y mantener a su familia era en centro del interés del ciudadano, se buscaba mejoría social y económica con ilusión pero con mesura.

2-. Respeto y autoridad: la ciudadanía reconocía a las instituciones y se le guardaba respeto a las figuras de poder; la autoridad del liderazgo era poco cuestionada y las relaciones ciudadano-funcionario eran verticales, hoy las relaciones son horizontales (de igual a igual).

3- Solidaridad colectiva: antes, la solidaridad y la cooperación eran valores fundamentales de la sociedad; la comunidad se unía para apoyarse mutuamente en momentos de necesidad, y los vecinos eran como familias porque se auxiliaban.

4- Aceptación y resignación: las familias se adaptaban a la crisis del momento, buscaban fórmulas para sobrevivir con lo que tenían a la mano, había más conformidad, el ciudadano era más tolerante, más dócil y más sumiso.

5- La influencia de los líderes: en el ayer existían los semidioses de la política, como lo fueron Balaguer, Bosch y Peña Gómez; ellos ejercían una incidencia fundamental ante las masas, gozaban de admiración, autoridad y respeto en la sociedad dominicana, y guiaban a casi la totalidad del pueblo.

Hoy:

1- Grandes expectativas: El dominicano ya no es conformista, aspira a lograr una alta mejoría económica y social, nadie aspira a poco, y estos sueños, al no lograrse, solo crean descontento y decepción.

2- Individualismo y competencia: la gente se enfoca en prosperar de manera individual, poco le importa lo colectivo; los paradigmas de la sociedad líquida de hoy (políticos, artistas, peloteros, narcos, divas, etc.) solo generan un sentido de competencia en la gente que quiere estar igual o mejor que ellos.

3- Descontento y desconfianza: la desconfianza en las instituciones y en las autoridades es generalizada. El criterio común es que estos no responden al interés del pueblo; la gente entiende que no se les escucha ni se toman en serio sus demandas.

4- Ira y frustración: la crisis tiene a la gente desesperada, tiene un sentimiento de indignación que no ocultan y que es manifiesto; en los hogares, las familias se sienten atrapadas y sin salida.

5- Altísima desafección política: a diferencia de ayer, los funcionarios y una parte importante de la clase política no generan confianza; la gente los percibe desconectados con las necesidades del pueblo y que estos priorizan sus intereses particulares a los de la nación.

Todo lo que se está viviendo hoy en República Dominicana, aún más con la toxicidad que muestran las redes sociales, es un ambiente o sensación de abandono por parte de las autoridades a la población; se siente a la ciudadanía tensa, cosa que genera conflictos familiares y comunitarios.

La mayoría de los dominicanos están desesperanzados por la falta de oportunidad, por ello viven en estrés y ansiedad constante, sobre todo por la incertidumbre económica producto del altísimo costo de la vida, pero a esto se le debe sumar para colmo de males, el gran desabastecimiento de agua potable y una tanda interminable de apagones y todo esto está formando una tormenta perfecta, que bien pudiésemos llamar “Una ira silenciosa”

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