Por José Francisco Peña Guaba
La Real Academia Española (RAE), principal institución que vela por la corrección de la lengua española, define la idiosincrasia como el conjunto de los rasgos distintivos de un individuo o una comunidad.
Es el temperamento, la forma de ser y de actuar en este caso particular, de nosotros los dominicanos.
He de aclarar que la idiosincrasia no abarca al 100% de nuestra población, porque el origen y la crianza puede que haga cambiar la forma en que actúa de manera excepcional una parte aunque sea mínima, de nuestros nacionales.
En esta reflexión haré referencia de cómo somos y actuamos los nacidos en esta media isla frente a la política, que conjuntamente con nuestro deporte nacional, la pelota, es la pasión primordial de nuestro pueblo.
Al enumerarlas, aclaro que no existe de mi parte interés alguno en que nadie en particular se sienta agraviado por lo que detallaré a continuación, que es producto de la suma de vivencias de larga data nuestra en la actividad política y de esos rasgos característicos que nuestros historiadores han resaltado del accionar político ciudadano. Veamos cuáles son:
1. Para los dominicanos, la política es la principal forma de movilidad social porque casi todos los que participan en ella buscan de una forma u otra mejorar su condición socioeconómica;
2. La mayoría de nuestros nacionales actúan en política con un alto sentido de la oportunidad. Por eso, en función de su interés particular, cambian de posición con cierta dosis de arribismo.
Los dominicanos apoyamos a quienes nos conviene o a quien se ve que tiene posibilidad real de ganar la presidencia de la República;
3. Es por eso que hoy aparece en la JCE un millón de ciudadanos inscritos de manera simultánea en los padrones de 8 partidos políticos, todo porque nosotros buscamos protegernos pa’ por si acaso;
4. El dominicano es chivo por naturaleza, desconfiado y en sospecha; casi nunca dice en verdad lo que siente, y más aún, frente al gobierno de turno, no nos gusta calentarnos con la autoridad;
5. La mayoría de los dominicanos para fines de interés personal, entiende que la corrupción administrativa es “un derecho a la búsqueda”. En nuestro país, este flagelo es histórico, endémico y sistémico; y empieza con la presión de la propia familia, que conmina y justifica a los que tienen la oportunidad de tener un cargo público de relevancia a realizar indelicadezas;
6. Resulta sin embargo paradójico, que siendo tan propensos los dominicanos a la corrupción, seguimos y exigimos que nuestros líderes sean honestos, sin interés ni fortuna alguna probada. Es por ello la admiración manifiesta a Bosch, Peña Gómez y Balaguer;
7. Los dominicanos, salvo honrosas excepciones, nos disgusta que nos representen los iguales, favorecemos que sean intelectuales que nos gobiernen e igualmente el que aspira a una posición electiva debe tener condiciones profesionales, sociales y económicas por encima del común de sus electores;
8. Los dominicanos justificamos la corrupción de los gobiernos si dejan como legado obras de infraestructura importantes, por ello la frase popular “robaron, pero hicieron”;
9. Nuestro pueblo es noble, olvida rápido ofensas o daños, es de memoria cortoplacista, no nos gustan los abusos sin importar justificación alguna y nos identificamos con las víctimas;
10. El dominicano no es vengativo, no es enemigo de las personas sino de los cargos. Cuando un funcionario deja de serlo las rabias o interés de vendetta se disminuyen significativamente;
11. El dominicano en su casi generalidad cambia su forma de actuar desde que obtiene un cargo. Se vuelve exhibicionista, quiere demostrar sus éxitos personales, se vuelve bultero, de una vez anda con cuchumil escoltas, cambia de amigos y hasta de mujer. Casi siempre el síndrome de Hubris se adueña de todos los que llegan al poder;
12. Los dominicanos desde que llegan a un cargo público se les olvidan los compromisos políticos contraídos y privilegian tener a su lado a familiares, amigos de confianza, compadres y amantes, por aquello de que necesita en su equipo de trabajo “personas de confianza”;
13. Los que están inmersos en la política se vuelven casi siempre chaqueteros de izquierda y liberales en oposición, conservadores y derechistas en el gobierno. Es por ello que priorizan el tener buena relación con la Embajada, la oligarquía y la cúpula eclesiástica;
14. Los dominicanos somos vanidosos, nos gustan las loas y estar rodeados de supuestos incondicionales; nos creemos desde que llegamos, importantes, y aún más, imprescindibles.
15. El dominicano solo se siente parte de verdad de un gobierno cuando recibe un cheque, un carnet oficial y una pistola asignada o legalizada;
16. El político dominicano desde que tiene 50 adeptos se cree un líder, y más aún, si se ve en un afiche esto le produce una magia que lo marea y lo hace entender siempre que es uno de los favoritos y que realmente tiene posibilidades electorales;
17. Los altos funcionarios siempre tienen alabarderos, que a hurtadillas y en conciliábulos con los de su entorno, se ocupan de que este no conozca la verdad como mecanismo recíproco de autoprotección del supuesto grupo de confianza, para realizar cosas de sus conveniencias en desconocimiento o a la espalda de su jefe;
18. Los políticos, cuando llegan al poder, aprovechan su estadía en el mismo para darse cuantas mujeres bonitas o producidas puedan, pues resultan favorecidos del interés primordial de las chapiadoras y amantes de ocasión;
19. Desde que accedemos a un cargo público importante nos creemos supermán y no medimos posteriores consecuencias; nos buscamos enemigos muchas veces de manera gratuita por nuestro prepotente accionar; y
20. Los dominicanos, aunque desconfiamos de los de tez blanca, los creemos superiores, intelectuales, social y económicamente, aunque solo representen el 7% étnicamente de nuestra población. Es por ello que se le hace tan difícil llegar a una alta posición al 93% restante, compuesto por mestizos, mulatos y negros.
Aunque pudiéramos enumerar muchos más, creemos que los aspectos antes mencionados son lo rasgos que más nos distinguen, a sabiendas de que todos los que estamos en política sabemos que los dominicanos votamos en contra por cuatro razones fundamentales: 1) de manera particular nos conviene; 2) somos parte de un determinado partido político; 3) lo sentimos en los estómagos, por la subida de precios de los productos de la canasta básica, por el alto costo de la vida existente, y 4) porque el gobierno de turno no presente obras tangibles realizadas.
Para los que están en política se les hace imprescindible conocer a su pueblo si se quiere de manera asertiva interpretarlo.
Es por ello que, usando como ejemplo el tema de la corrupción, nos damos cuenta que este ocupa el 6to. o el 7mo. lugar en las prioridades de la gente, y esto apenas representa el 6% del interés de la población frente a los altos porcentajes de preocupación que presenta en la ciudadanía el alto costo de la vida, el desempleo, la inseguridad, la crisis económica y migración, que son los temas que de verdad le importan a los dominicanos.
Veo de manera risible cómo curtidos políticos actúan al margen del conocimiento de como es y como actúa nuestro pueblo, y sin embargo pretenden sin conocerlo, representarlo, no entendiendo que no importa lo que pensemos y queramos.
Nuestra particular idiosincrasia como pueblo se impondrá, todo porque de verdad, los dominicanos somos así, ¡así somos!.