Por Rafael -Pepe- Abreu
Al economista Andy Dauhajre, al experimentado periodista Nelson Marrero y al
diputado Aníbal Díaz:
No han bastado los aguaceros torrenciales de Melissa, los daños causados y la
parálisis en la economía. La verdad es que el coro no cesa: todos persiguen, en
nombre de la “defensa de la absoluta libertad de despido”, el derecho que, según ellos,
deben tener los empresarios como única vía para garantizar el desarrollo del país,
eliminar la informalidad y reducir la pobreza. Situaciones que, según estos tres amigos,
acogotan el progreso nacional y solo se superarían si se eliminara la “opresión” que
ejercen los abusivos trabajadores sobre sus patronos, obligándolos (como si acudieran
a los tribunales de la Inquisición) a pagar la cesantía laboral.
Andy llega al colmo de plantear que debe desecharse toda intervención sindical,
empresarial o política. Denota así que se ha convertido en el Bakunin de los tiempos
actuales, prescindiendo de toda autoridad. ¿Cree acaso el famoso economista que
empresarios y trabajadores son iguales? Humanamente sí, pero (aunque también le
parezca a Marrero y a Aníbal una visión atrasada) debo decir que no. Uno es dueño de
los medios de producción; el otro vende su fuerza de trabajo, tratada como una
mercancía.
Lo cierto es que el Código tiene un largo trecho recorrido, pues la reforma fue aprobada
en la Cámara Senatorial. Para que no se crea, como insinúan en sus
pronunciamientos, que ha sido una derrota para el empresariado, justo es decir que, si
hubo un triunfo, fue el de la sensatez. Tal como señalan, crear un sindicato en ciertas
áreas económicas del país implica perder el empleo debido a la represión patronal.
Pero, cuando se trata de empresarios, ¿quién los reprime a ellos?
CONEP, COPARDOM, la Asociación de Industrias, Hotelería, Zonas Francas,
Comerciantes, Hacendados, PYMES, pequeñas y medianas empresas… Todos se
organizan sin impedimentos. Nadie los despide ni deben verse en un tribunal
demandando su derecho a prestaciones o reintegro. Eso solo ocurre con los trabajadores.
Preguntaría a Andy, Nelson y Aníbal: ¿propiciarían ustedes que los trabajadores se
organicen con la misma libertad que los empresarios y puedan negociar de igual a
igual, sin la intervención de economistas tipo Andy Dauhajre?
¿Acompañarían un proceso para que esos apóstoles del desarrollo dejen de evadir el
60 % del Impuesto sobre la Renta y el 35 % del ITBIS que pagan los consumidores?
¿Apoyarían, con la misma energía, eliminar las exoneraciones y exenciones que
benefician a grupos empresariales millonarios? ¿Se sumarían a la lucha contra la
elusión y la evasión en el sistema de seguridad social?
Tengo la ligera sospecha de que no lo harían, porque su índice acusador señala como
culpable de todos los males a la Cesantía laboral, que, según ellos, provocan el retraso
de nuestra sociedad. Qué manera tan elegante de defender a quienes, como los
empresarios, proponen:
Primero: Que el mérito de antigüedad para fines de prestaciones solo sea de seis (6)
años, aunque el trabajador tenga veinte en la empresa.
Segundo: Que el cálculo de las prestaciones se haga hasta un tope de diez (10)
salarios mínimos del sector al que pertenezca el trabajador afectado. Por ejemplo: si
usted es gerente de una empresa del sector turístico y devenga un salario de
RD$100,000, sus prestaciones se calcularían sobre la base de RD$23,000, el salario
mínimo más alto de ese sector.
Tercero: En nuestro caso, y en el de muchos como yo, cualquiera se pregunta: ¿en
nombre de qué se puede hacer una transacción de ese tipo? Tenemos claro que, si
esto se aceptara, la cesantía más alta que se pagaría apenas llegaría a RD$250,000.
Advierto finalmente que, contrario a lo que puedan pensar desde la trinchera de
algunos defensores, encubiertos o abiertos, de los empresarios, esto no será garantía
de que la vida del hombre y la mujer trabajadora sea mejor.
Si no quieren la reforma
con este Código, recordemos que con este Codigo tenemos 33 año y, según muchos
políticos, empresarios y otros defensores (dependiendo de si están en la oposición o
en el poder), al país le ha ido muy bien, pese a la cesantía y a la existencia de tantos
empresarios evasores.

