URUGUAY (BBC NEWS).-José «Pepe» Mujica aparece por una puerta, la espalda encorvada y el paso lento, pero con las ganas intactas de hablar de sus pasiones: la vida, la tierra, la política… El 20 de mayo cumplió 89 años.
En la pequeña sala hay una luz tenue y estantes que suben desde el piso de baldosas al techo de zinc, desbordados de libros y recuerdos de una trayectoria intensa.
El hombre que en la década de 1960 se unió a la guerrilla tupamara, que luego sufrió la cárcel y la tortura, que como presidente de Uruguay de 2010 a 2015 asombró al mundo con sus discursos anticonsumo y su vida austera, y sobrevive un cáncer de esófago, se sienta en un sillón.
«Me pasó de todo», reflexiona Mujica durante una entrevista con BBC Mundo. «Tengo que gritarle gracias a la vida».
Dice sentir como un «premio» a su edad la presencia de su esposa, la exsenadora Lucía Topolansky, a quien conoció siendo guerrillera en 1971.
Y también habla del «premio» que significa para él la elección de su delfín, Yamandú Orsi, como presidente el pasado domingo, tras una gran votación de su agrupación política, el Movimiento de Participación Popular (MPP).
BBC Mundo habló con él en su chacra del Montevideo rural, donde flota un aroma a jazmín, hay cajones de maíz y calabazas apilados, y se escuchan cantos de gallos y ladridos de perros.
¿Cómo se siente?
Un poco cansado. Estoy saliendo de un tratamiento que no sé cuándo terminará.
Me hicieron un tratamiento contra el cáncer que dijeron que era muy efectivo, que lo había eliminado, pero me quedó un agujero que se tiene que rellenar.
Y como soy un viejo, casi llegando a los 90, la reproducción celular es muy lenta.
Entonces no puedo comer: como muy poco por la boca, cosas pastosas. Y me alimento con una inyección de un caño de mañana y otra de tarde. Vamos a ver cuándo termina eso.
Pero estoy mejor con respecto a lo que estuve.
Hace unos días dijo que está «peleando con la muerte». ¿Qué tan difícil es esa pelea para alguien como usted, que en la vida ha pasado por casi todo?
Uno sabe que la muerte es inevitable. Y tal vez sea como la sal de la vida.
Naturalmente, las posibilidades de la muerte se multiplican por el paso de los años. Y si encima le ponemos la enfermedad…
Es una señora que no nos gusta y que no queremos, pero que inevitablemente va a llegar en algún momento. Entonces hay que resignarse.
Todas las cosas vivas están hechas como para pelear por vivir: desde un yuyo a una rana a nosotros. Uno llega a la conclusión: esto está puesto para darle sabor a la vida, porque como el viejo Aristóteles decía: todo lo que la naturaleza hace, está bien hecho.
Yo tendría que ser un creyente fanático. Porque varias veces la muerte anduvo rondando el catre donde estaba. Y he logrado llegar hasta hoy.
Y a pesar de todos los pesares, estuve añares preso, me pasó de todo, después fui presidente.
Entonces tengo que gritarle gracias a la vida.
Pero uno trata de vivir un poco más, ¿verdad? Y bueno, yo estoy en eso.
¿Diría que este es el momento más difícil de todos esos que ha pasado?
Es probable que haya vivido más difíciles, pero no era consciente.
Una vez me balearon en un boliche, pero estaba cerca del Hospital Militar. Me llevaron rápido. Y el cirujano de guardia era compañero. ¿Se puede creer?
Me pusieron cualquier sangre, lo que tenían a mano, porque yo había perdido un disparate de sangre. Y al final me salvé.
Perdió el bazo ahí…
Perdí el bazo. Creo que debe haber sido el momento más dramático que viví, pero no era consciente.
Sé que me tiraron en una cosa y yo les mandaba discursos bárbaros: «No me dejen morir, soy un luchador social». No tiene gollete [sentido]. Estaba choqueado.
¿Qué significado le ha encontrado usted a la vida?
Es la diferencia notoria que tiene con las otras formas de vida.
La vida humana, por nuestro desarrollo intelectual, en parte nos permite elegir una causa para vivir: darle a la vida un sentido.
Ese es el premio de tener conciencia. Pero no necesariamente lo ejercitamos. A veces sí, a veces no.