TEXAS (NBAMANIACS.com).-Elige un buen tiro. Elige movimiento de balón. Elige una bandeja. Elige una posesión fluida en la que agitas a la defensa y acabas con un triple abierto. Elige una jugada planificada que termina con un compañero solo debajo el aro.
Elige anotar fácil. Pero los Dallas Mavericks no han elegido anotar fácil, han elegido otra cosa. ¿Las razones? ¿Quién necesita anotar fácil cuando tienes a Luka Doncic y Kyrie Irving?
Se habla mucho de cómo el talento ofensivo de la NBA actual hace la vida casi imposible para las defensas por brillantes que sean, pero pocas veces esta idea ha llegado al paroxismo como en el último cuarto del tercer partido entre Dallas y Minnesota. Solo así, con un talento incontenible, se explica el 116-107 que pone el 3-0 en el global y que deja a los Mavericks a las puertas de regresar a las Finales.
Un 3-0 puesto a base de improbabilidades estadísticas, de tiros en los que los defensores se miran impotentes sabiendo que no había nada más que pudieran hacer. De clase, de calidad, y de esa chispa que tienen los genios de hacer que dicha clase y calidad aparezcan cuando hace falta.
Doncic e Irving terminaron el partido con 33 puntos cada uno y se combinaron para un total de 21 de los 29 que Dallas anotó en el último cuarto. Y este dato, impresionante de por sí, gana peso al añadir el grado de dificultad de cada uno de los lanzamientos convertidos.
Desde triples en step-back, a lanzamientos de media distancia a la media vuelta, siempre con al menos un defensor a pocos centímetros. Daba igual. Hoy habrían metido una bola de pilates en una argolla. Era uno de esos días.
Edwards da la cara
Y como en los encuentros anteriores, todos y cada uno de estos aciertos fue necesario, porque delante había unos Timberwolves decididos a llevar a los texanos al límite y a aprovechar cualquier resquicio. Tras las críticas recibidas por su pasividad en los duelos anteriores, Anthony Edwards decidió que si tenía que morir iba a hacerlo con las botas puestas, y se echó a los suyos a la espalda en el que fue sin duda su mejor choque de la serie con el objetivo de no irse a dormir sin un 2-1 en el global. Y estuvo cerca de conseguirlo.
Finch le echó una mano librándolo de tener que defender a Irving, lo cual le permitió llegar más entero a la segunda mitad y empezar a cambiar el signo de un partido que hasta ese momento era claramente de los locales. Mucho más agresivo con balón y cargando hacia el aro con insistencia, el escolta puso mucha más presión sobre la defensa de Dallas que en los encuentros anteriores, sumando en la pintura y propiciando que pasaran cosas incluso si no contaban en su casillero.
Sus continuas penetraciones obligaban a los pívots locales a salir a las ayudas, facilitando a sus compañeros cargar el rebote ofensivo y permitiendo a los suyos hacerse con 10 capturas en aro rival, que valieron para sumar varios puntos.
A su vez, su capacidad para atraer defensores abrió también espacios en el perímetro, algo que aprovecharon Mike Conley (4/7) y Jaden McDaniels (3/4) para castigar desde el triple. Y si dichas ayudas no llegaban o lo hacían tarde, no dudaba en lanzarse contra el aro hasta llegar a sus 26 tantos, algunos tan espectaculares como el mate sobre Gafford que pareció la confirmación de que había llegado para dominar el choque.